viernes, 28 de noviembre de 2008

A Pallas, el descubridor del Correlimos tridáctilo


Detrás de cada especie conocida siempre está su descubridor, alguien que ostenta el mérito de haberlo descrito por primera vez y que consiguió diferenciarlo taxonómicamente de las demás especies. Una labor impresionante, seguramente más complicada de lo que jamás podamos imaginar, especialmente si tenemos en cuenta que el mayor esfuerzo en la ordenación taxonómica de las especies comenzó a partir del siglo XVIII. En aquel entonces no había los medios que tenemos ahora, ni prismáticos Leica, ni pruebas de ADN, ni era posible acceder a grandes fondos bibliográficos de consulta, ni contrastar las dudas con otros colegas a través de correo electrónico. En muchos casos los especímenes que se colectaban no podían ser ni conservados, por lo que era de gran utilidad saber dibujar para quedar constancia de lo que se veía. Los científicos de aquella época eran verdaderos genios, sabios en muchas disciplinas, hombres de Ciencia y también campo, que no dudaban en embarcarse en expediciones de varios meses de duración privados de todo tipo de comodidades.
Uno de estos grandes investigadores fue Peter Simon Pallas (1741-1811), zoólogo y botánico alemán al que debemos el descubrimiento del Correlimos tridáctilo, y es por eso que siempre veremos su nombre científico escrito del siguiente modo: Calidis alba (Pallas, 1764), haciendo referencia a su descubridor y al año de descripción de la especie. No he conseguido averiguar si fue Pallas el que incluyó a esta especie dentro del género Calidris, ya que a lo largo de la historia este Correlimos también fue denominado Crocethia alba y Erolia alba. No obstante, ni con mucho fue esta su mayor aportación a la Ciencia.

Para que os hagáis una idea de las capacidades intelectuales de este científico, Pallas logró el doctorado con 19 años de edad (justo cuando los demás empiezan la Universidad) y a los 22 años ya había realizado varias publicaciones en las que describía varias especies nuevas para la Ciencia. Desarrolló su actividad científica principalmente en la Academia de Ciencias de San Petersburgo y su amistad con la zarina Catalina II de Rusia fue determinante en su carrera profesional, encomendándole la responsabilidad dirigir varias expediciones al interior de Rusia (incluyendo Siberia, los Urales, Mar Caspio, Mar Negro y Lago Baikal), prácticamente inexplorada en aquellos tiempos, con la intención de aportar nuevos conocimientos sobre astronomía, geología e historia natural, pero también sobre las razas humanas, sus lenguas, etnografía, religiones, tradiciones, etc. En este sentido, Pallas fue el primero en dar a conocer en occidente el Lamaísmo (religión derivada del Budismo que imperaba en el Tíbet y áreas colindantes), además de publicar una extensa monografía sobre el la vida de los Mongoles y ser un ferviente divulgador de los dialectos mongoles y caucásicos. En resumen, un prohombre con una grandiosa capacidad para descubrir, interpretar y ahondar el conocimiento de cualquier disciplina.
Centrándonos en sus hallazgos dentro de la historia natural, logró describir muchas especies de animales y plantas, incluyendo invertebrados de todo tipo, así como mamíferos (principalmente roedores), anfibios, reptiles o peces. Fue un gran estudioso de las aves y algunas llevan actualmente su nombre en reconocimiento su descubridor, como el Gato de Pallas (Otocolobus manul), Mosquitero de Pallas (Phylloscopus proregulus), Ganga de Pallas (Syrrhaptes paradoxus), Escribano de Pallas (Emberiza pallasi) o la Buscarla de Pallas (Locustella certhiola). También le debemos el descubrimiento de la Beluga o ballena blanca (Delphinapterus leucas) que habita en las aguas árticas. La trascendencia de sus investigaciones sobre los mamuts y rinocerontes extintos que quedaron fosilizados en los hielos del norte de Siberia le reportaron también mucha fama y a partir de ellos fue capaz de interpretar el origen y evolución de las formaciones montañosas. Quedaría incompleto este repaso por su obra sin citar sus aportaciones a la flora (como “Flora Rossica”, el primer gran inventario de la vegetación de Rusia) o incluso a la mineralogía (hay un mineral compuesto de níquel, hierro y olivino que lleva su nombre, la Pallasita, que suena un poco raro, y que procede de meteoritos caídos en nuestro planeta).

Descubrí casualmente la biografía y los logros de este eminente científico después de ver una foto en la galería de nuestro compañero Mario Suárez Porras, que me despertó la curiosidad y quise averiguar por qué razón al Correlimos tridáctilo la bautizaron como Calidris alba. Con esta denominación se le otorgaba una gran importancia descriptiva a su plumaje blanco, que en realidad es una característica temporal que muestra sólo en invierno, puesto que en verano su colorido es bastante más vistoso, luciendo tonos ocres y pardos. Y en parte tendría su lógica, pues en las zonas donde Pallas o sus colegas pudieron ver este ave serían áreas de paso o invernada, donde la mayoría de los ejemplares lucirían su plumaje blanco y gris tan característico, merecedor del apelativo “alba”….. mientras que sería en sus zonas de cría en áreas árticas y circumpolares (Islandia, Groenlandia, Islas Spizbergen) donde exhibiría su plumaje más colorido...... y lo de “alba” le pegaría menos.

Me encanta fantasear e imaginarme al amigo Pallas, escribiendo sin parar sus notas de campo y dibujando a plumilla todas las especies encontradas en cada dura jornada de campo, a la luz de candiles, a no sé cuantos grados bajo cero en tierras siberianas, lleno de satisfacción por cada descubrimiento. También pienso a lo que se dedican ahora muchos Doctores, con todos los medios y recursos a su disposición.

Enlace a esta imagen en Fotonatura

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